jueves, 1 de diciembre de 2011

Poco que perder y mucho que ganar de Yeray Lorenzo García 1ºA

Relato Para Lengua Castellana


Corría el año 1936, la familia González era una familia pequeña, lo cual era raro en aquellas épocas, unida y sobre todo muy educada. Tan solo la formaban tres miembros, el padre Juan, la madre, Lidia y la hija, María. Ninguno de los tres tenía mucha relación con el resto de su familia aunque tampoco se llevaban mal. Habitaban en Huelva, en una casa moderna y bonita.
Luego del golpe de estado del 17 y 18 de julio, llevado a cabo por una parte del ejército contra el gobierno de la segunda republica española, se desencadeno la Guerra Civil entre republicanos y nacionalistas contra gran parte del alto mando militar, se comenzó a reunir gente para luchar por parte del gobierno a cusa de querer evitar que el ejército tomara posesión de España.
Cuando llego la noticia a la casa de los González de que todos los hombres mayores de 16 años, republicanos o nacionalistas deberían despedirse rápidamente de sus familias para tomar parte del convoy que saldría de sus respectivos pueblos, Juan echó a llorar porque era una persona muy emotiva y sobre todo si se trataba de despedidas, más en este caso, al marcharse a la guerra. Juan se fue de casa al parque, un lugar cercano a su residencia. Allí pensó en que palabras decir para que todo esto no resultara muy duro, sobre todo para su hija que aún no sabía nada a causa de que se encontraba en casa de una amiga.
Juan pasó el resto de la tarde paseándose por el parque hasta que llego la noche y volvió a casa. Ya en casa, la cena transcurrió sin una sola palabra. Luego de cenar, Juan dijo a su familia que se fuera al salón. Ya en el salón, dijo:
-Mañana me marcho en el convoy de las siete hacia Madrid para saber cuál será mi delegación en la guerra-Su hija y su esposa echaron a llorar- No quiero que lloréis, ser fuertes y yo también lo seré. Os prometo que todo saldrá bien.
Su hija se dirigió a él con un simple ``adiós papá´´ y su esposa le dijo `` chao cariño, se fuerte, seguro que todo saldrá bien´´.
Al día siguiente, Juan se levanto a las cinco de la maña. Desayunó, fue a su ropero y cogió únicamente dos pantalones, dos chaquetas y tres camisas. Sin tan siquiera decir de nuevo adiós, partió hacia el punto de salida del convoy, la plaza del ayuntamiento. Pero de camino a la plaza, pasó por el parque, se sentó en su banco favorito y dijo una frase al aire, tan emotiva como ``adiós mundo, adiós humanidad, adiós para siempre.
Cuando llego a la plaza estaban allí todos sus conocidos, Manuel, Dani, David y muchos más, pero a pesar de ser muy buenos amigos nadie dijo una palabra. La tensión se notaba en el aire y se podía cortar con un cuchillo.
A la llegada del convoy, se oyó una gran cantidad de sollozos. Del primer camión descendió un coronel del ejército con una hoja de papel en la mano. Fue diciendo los nombres de todos que teóricamente deberían estar allí, los que no estaban, se le ponía una marca en la lista para localizarlos y matarlos. Los que estaban se fueron subiendo por orden a los camiones, pero aún sin una sola palabra. Cuando todos estaban ya a bordo el convoy partió hacia su destino Madrid.
Durante el camino le daban bien de comer, aunque todo eso cambiaría al tercer día, cuando los víveres eran escasos y los hubo que repartir, para que no se agotaran antes de tiempo.
Ya afrontado el problema de la comida, llegaron a Madrid. Lo primero que hicieron fue alimentarse bien. Luego de la sabrosa comida, partieron caminando hacia la gran vía, donde se reunirían con el resto de personas. Recorrieron un camino corto en cuanto en distancia, pero muy grande sicológicamente por los constantes gritos del coronel Alfonso Díaz, señalando constantemente ``¡esto no es un juego señores, estamos en la guerra, así que cállense!´´
Ya en la gran vía recibieron una charla de lo que hacer y lo que no, como comportarse, y de como usar un arma tan peligrosa como las que pronto tendrían en sus manos. Los dividieron en grupos y le presentaron al que sería su diligente, Daniel Martínez. A Juan no le toco ningún conocido en su grupo, esto no le gustaba, aunque tampoco le molestaba.
Luego, ya divididos en grupos, pusieron rumbo a su albergue. Cuando lo vieron por fuera se asustaron un poco, estaba sin pintura lleno de mugre y lleno de pintadas en las paredes. Cundo se dispusieron a abrir la puerta, sintieron el chirrido de las bisagras oxidadas. Entraron y vieron literas, pero no en buen estado, si no que oxidadas, polvorientas y sin mantas. Se empezaron a sentir murmullos a causa del mal estado del complejo. El coronel Daniel Martínez soltó un severo grito:
-¡Cállense todos!!!-los murmullos continuaban y entonces el joven coronel dijo.-100 flexiones cada uno, así comenzaremos a ponernos en forma, ja.
Los que ya sabían como funcionaba todo dijeron, ``señor, si, señor´´
El coronel comenzó a contar una, dos, tres, cuatro. Cuando ya iban por noventa, cogió el periódico y dijo.`` Que artículo tan interesante, hui, por cuanto íbamos, perdonen volveremos a empezar. De verdad que lo siento.
Al llegar a cien dijo, vale, es suficiente por hoy. Ahora recibirán sus nuevos amigos, los fusiles Gewehr 88, son la arma más letal que se puedan imaginar. El coronel le enseño a los aprendices de militar forzados a usarlos. El resto de la tarde transcurrió con mas instrucciones de lo que hacer.
Al llegar la noche, hicieron el reparto de camas y se fueron a dormir. Todo transcurrió con normalidad hasta las doce de la noche, cuando ya todos estaban dormidos, se oyeron unos gritos de una muchedumbre que decían `` esto ha empezado antes de lo normal, todos arriba, vístanse y cojan sus armas´´. En diez minutos todos se habían cambiado y partieron.
Transcurrieron las horas, cuando ya eran las siete, aún continuaban caminando pero ya sin energía. Cuando eran las ocho llegaron a un bosque con un camino que lo cortaba por el centro, donde, a lo lejos se veía una inmensa y desierta llanura.
Daniel Martínez dijo `` posiciónense a ambos lados del camino en parejas , en breves instantes, pasaran camiones repartiendo tiendas de campaña´´. Pasaron diez minutos y llegaron dos inmensos camiones de los cual bajaron dos personas de cada uno que fueron repartiendo una tienda de campaña a cada pareja.
Cuando ya todos tenían su nuevo habitáculo, el coronel se situó en el camino y fue indicando como se debía realizar. Ya todos tenían su tienda montada cuando se sintió el tono de llamada de la emisora de Daniel Martínez. Se izo un silencio muy incómodo y el coronel dijo:
-Cojan sus armas, nos vamos a sumergir de lleno en la guerra.
Cogieron las armas y partieron hacia la llanura, donde se encontraron cara a cara con los causantes de la revolución. Comenzó un tiroteo, los causantes de la revolución iban avanzando, mientras los civiles se iban atrincherando tras sacos de arena.
De repente se oyeron disparos a lo lejos. En la trinchera donde muy asustado se encontraba Juan, se oyeron gritos que decían `` cuidado por detrás!!!´´ . Pero ya era tarde, por lo que Juan saltó a la trinchera que se encontraba a su lado al tiempo que sintió un disparo y vio una gota de sangre caer sobre su cara. Seis de sus compañeros habían muerto, uno de ellos era su compañero de tienda de campaña y también de litera. Se oyeron gritos de ``hombre herido, hombre herido´´. Pero el coronel Daniel Martínez dijo ``señores eses compañeros suyos ya están muertos, ahora simplemente dediquémonos a luchar en su honor y continuemos a delante´´.
Continuaron caminando y llegaron a un campo totalmente abierto. El coronel Daniel Martínez dijo que se debía tener sumo cuidado en este campo ya que podía ser una trampa mortal. Transcurrieron dos días y llegaron a un bosque. Juan se encontraba situado al lado del coronel, por lo cual el coronel le dijo:
-Joven, sitúese en el principio de la fila.
-Pero…
-Que se sitúe usted en el principio de la fila.-Dijo el coronel con tono muy autoritario.
Juan se coloco sin rechistar en el comienzo de la fila mientras todos continuaban avanzando. De pronto Juan pisó una zona inestable del suelo y… BOM. Una mina había estallado, pero milagrosamente, Juan se hallaba consciente por lo que no lo dejaron tirado como al resto de sus compañeros. Entre dos de sus compañeros lo cogieron y lo elevaron en el aire, llevándolo así hasta el camino mas cercano. Allí, paro un camión con una gran cruz roja, en el cual introdujeron el cuerpo de Juan. El camión partió hacia el hospital militar A.
Ya en el hospital, le hicieron un chequeo y le dijeron que le tendrían que amputar su brazo y su pierna derecha, él asintió con la cabeza y dijo que hicieran todo lo mas rápido posible para terminar de una vez por todas con sus dolores.
Le hicieron la operación a media mañana, esa misma noche ya estaba recuperado, por lo que le dijeron que a partir de ahora trabajaría en la cocina. Su respuesta fue, ¿ pero no me puedo ir a casa? Los enfermeros le dijeron que no, que aún hacia falta que sirviera a su patria.
Al día siguiente salió del hospital y se fue a la cocina militar. Allí conoció a Manuel Sacristán, ya un veterano en la cocina con cincuenta y siete años y que había servido a su país desde los diecisiete años, cuando había abandonado su villa natal, Valencia. Era una persona muy recta según le contaron sus nuevos compañeros de puesto.
Durante dos semanas le estuvieron instruyendo y diciéndole como preparar las distintas comidas que se servían en el ejército. Pero pronto descubrieron que sus don no era la cocina, pero, a pesar de esto seguiría trabajando en la cocina, aunque no le gustara. Esta vez, tan solo pelaría patatas, cebollas… Las quejas de Juan no sirvieron mas que para cabrear a Manuel, lo cual no fue bueno, puesto que lo castigaron a pelar todo un cargamento recién llegado.
Todo continuo así seis meses mas, Juan, a pesar de no tener su brazo derecho continuó pelando patatas y cebollas, muy cabreado por su aburrido y repetitivo trabajo. Juan, ya cabreado decidió planear la manera de escapar. Hizo unos planos del complejo militar para saber por donde podría escapar. Con los planos ya terminados trazo la ruta de huida, decidió que llevaría a cabo el plan es misma noche.
Llego la noche y Juan recogió sus posesiones las cual puso en una bolsa que ató a su espalda. Salió por la puerta sin ningún ruido, cruzo el pasillo de puntillas y, con mucho esfuerzo, saltó el muro pero… Justo al otro lado del muro se encontraba el coronel Daniel Martínez que le dijo:
-Pero si es mi pollito.
-Ah, ho…ho…hola señor.
-¿A dónde se dirigía usted?
-Yo tan solo iba a…
-¿A escaparse?
-Bueno, le diré la verdad, sí.
-Ya no es el primero que lo intenta.
-Por favor señor, ¿me deja irme?, es que después de mi accidente…
-Claro que sí hombre, como no.
-Gracias señor.
-Pero se irá usted a un campo de concentración.
-Pe…pe…pe.
-No hace falta que me lo agradezca.
Después de la conversación el coronel hizo un llamada por su emisora y aparecieron dos guardias. Los guardias agarraron a Juan, quien no dijo nada y se fue cabizbajo.
Llegados al campo de concentración lo metieron en una habitación que cerraron con llave. Juan tan solo podría salir dos veces a la semana, los martes y los viernes, solo recibiría dos comidas diarias, el desayuno y la cena y lo que era aún peor, no tendría compañeros de celda.
Pasaron dos semanas, Juan estaba hambriento y sucio, puesto que no se había duchado desde su marcha de Huelva. Cuando pasó otra semana, Juan decidió que todo debía cambiar y decidió trazar otro plan de huida puesto que tenía poco que perder y mucho que ganar.
Según avanzaron las semanas, Juan fue arreglándoselas para hacer un plano de huida. En las dos veces que tenía a la semana para salir simplemente observaba todo bien para poder trazar un plano lo mas preciso seguro. Para poder dibujar el plano, aprovechaba las servilletas para poder dibujar sobre ellas y los cachos de cal que caían de la pared, que no eran precisamente pocas, como lápiz.
Fueron pasando las semanas hasta llegar a los dos meses cuando por fin había terminado su plan de huida. De pronto se dio cuenta que los civiles realizarían un ataque masivo a un campamento recién descubierto de los rebeldes el sábado, precisamente un día de los que podían salir. Lo intentaría ese día a las siete, la hora límite para volver a la celda, cuando todos los guardias estuvieran cerrando las celdas y la vigilancia fuera inexistente gracias a la escases de operativos para ese día.
Llego el sábado y corrió por el pasillo y saltó el muro, por suerte esta vez no había nadie al otro la do del muro. Pero de repente sintió el motor de un camión del ejército y simplemente dijo `` todo volverá a ser como la semana pasada, la anterior y la anterior. Volveré a estar encerrado en una habitación´´. Pero la cara de Juan reflejó una sonrisa cuando vio quien era el conductor del camión, ¡ era su vecino y amigo Albino! Quien paró a su lado y le preguntó:
-¿A dónde vas?
-Pues te lo voy a decir de corazón, me estaba fugando.
-¡Yo también! Vente con migo en el camión a casa.
-Vale, muchas gracias.
-¿Qué transportabas?
-Comida, y mucha, por lo cual no pasaremos hambre durante el viaje.
Juan subió al camión y partieron. Durante los tres días de viaje no pasaron hambre, al contrario que en el viaje de ida. Estuvieron charlando sobre el accidente de Juan y sobre todo lo que había pasado.
Cuando por fin llegaron a Huelva Juan le dijo que le dejara al lado del parque, para ir caminando hacia su casa. Pasó por el parque y cuando por fin llego a casa, cogió sus llaves y abrió la puerta. Dijo hola, pero nadie respondió, el pensó que irían en las compras. Según se fue acercando a salón, que se encontraba al final del pasillo, el olor era peor. Abrió la puerta del salón y vio un cuerpo tirado en el suelo. A la cabeza se le vinieron los peores pensamientos, que se confirmaron cuando vio que era el cuerpo de su esposa el que yacía el centro del salón sin vida. Juan se arrodillo y rompió a llorar. Pero se dijo a si mismo que eso ya estaba, ahora tendría que buscar a su hija, lo único que le quedaba. Fue a la cocina y vio una nota encima de la mesa que ponía:
MARÍA
Juan decidió que su destino no era vivir así, sin su mujer ni su hija, por lo cual cogió una silla y una cuerda. Hizo el nudo de la soga a la cuerda, la ato en un gancho del techo y la puso alrededor de su cuello. Se subió a la silla y tensó la cuerda, de pronto pegó una patada a la silla y poco a poco se quedo sin aire, por lo cual murió.



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